Desde niña soñaba en elaborar tarjetas o detalles con mensajes especiales que la gente quisiera comprar para bendecir a sus familiares y seres queridos, pero debo confesar que era pésima para las manualidades, torpe, rígida, poco creativa y demasiado básica para crear algo que pudiera impactar. Sin embargo permanecía dentro de mí el deseo de ver aquellas tarjetas, de pensarlas, de hacerlas y que a la gente les gustara. Pasaron los años y quizás por falta de tiempo y de capital o temor al fracaso tal vez, escondí ese deseo en la gaveta de mis imposibles.