Aún los grandes hombres necesitan descanso, tanto por las consecuencias físicas como la trascendencia espiritual que esto tiene. Nos hemos visto en etapas donde el humor cambia, se manifiestan nuestros temperamentos agresivos y llegamos al punto de que cualquier movimiento en el ambiente hace estallar la bomba que se ha estado armando dentro de nosotros. Las tensiones y actividades de todos los días, las necesidades constantes, el trabajo continuo han ido golpeando nuestra fuerza, consumiendo y resecando nuestra vitalidad convirtiéndola en fatiga, dejándonos en el lado de los vencidos dentro de una zona de guerra. Si a usted le parece que es peligroso manejar un auto cuando se está agotado, imagínese entonces lo fatal que puede ser manejar la vida estando fatigado y con ganas de salir corriendo, buscando un lugar donde desplomarse.