Cuando nos referimos a libertad de expresión, tenemos la idea que el tema está centrado en opinión, información y comunicación. Aunque sean estos los puntos medulares que se tomaron en cuenta para declarar el 3 de mayo como día internacional de la libertad de prensa y de expresión, hoy quisiera expandir el concepto para tratar la responsabilidad que tenemos como hombres de expresarnos abiertamente.
Por ser hombres nos han enseñado a esconder nuestras emociones, somos macizos, con bíceps abultados, fuertes espaldas y voces graves, estamos entrenados para disimular nuestros sentimientos mientras luchamos con la exigencia del cumplimiento de nuestras obligaciones. Muchas veces hemos querido mostrar nuestro deseo más íntimo pero el miedo al rechazo ha cerrado nuestro corazón. Nos aislamos detrás de nuestra fachada y nos ocultamos tras la empalizada de nuestros esfuerzos por impresionar. La verdad es que la mayoría de nosotros somos inseguros.
Les pongo un ejemplo sencillo, a las féminas les gustan las películas de sentarse a llorar pera a nosotros nos gustan las de acción, donde hay guerra y sangre, historietas de hombres que parecen sobrenaturales, no se inmutan con nada, donde su motivación es la venganza por un ser querido o el rescate de su honor, reciben golpes pero no les duele y solo muestran en pantalla un hilito mínimo de sangre después de pasarle un tornado de patadas por arriba. Esa es la vida que nos gustaría, pero cuando volvemos a la realidad nos encontramos con que las heridas si duelen, y las ganas de llorar son inaguantables. Nos disgusta que nos vean desarmados, nos hace sentir inseguros el hecho de mostrarnos desnudos emocionalmente y por eso inventamos, de manera muy creativa, compromisos importantes o chistes, somos expertos en bromear cuando estamos detectando que el sentimiento quiere romper nuestro caparazón de hombre.
Hoy quiero liberarte de esa atadura, decirte que Dios te hizo humano porque le agradas con todas tus fortalezas y debilidades. Si las emociones fueran malas Dios no las hubiera inventado, el mismo siente felicidad cuando estas haciendo lo correcto y dolor cuando no te quieres dejar guiar. Nos cuesta decir “Te amo”, encontramos menos comprometedor “Te quiero”, guardamos el amor en un baúl para una ocasión súper especial que casi nunca llega o simplemente cuando sale de nuestros labios el “Te Amo” tiene sabor a extraño y no causa el impacto porque definitivamente hemos creado una imagen de nosotros carente de sensibilidad.
Expresarse no significa rendirse, mostrar nuestros sentimientos no significa debilidad; más bien demuestra lo seguros que estamos al ser nosotros mismos, manifiesta la fortaleza de nuestro carácter al exhibir nuestra personalidad más íntima sin temor a las criticas o a los comentarios de otros que no han podido romper con su propia carga. Pueden pensar que estoy de acuerdo con aquellos que le dan riendas sueltas a sus pasiones sin importar los que caigan a su lado, inclusive si son ellos mismos los que están hundiéndose en el lodo, pero no es así, sabemos lo que es bueno para Dios, ahí esta su palabra que es el manual perfecto para el hombre, si vas en contra de ella, será como darle cabezazos a la pared, después no digas que sufres de dolores de cabeza crónicos.
Debemos aprender a comunicar lo que hay dentro de nosotros, nuestra esposa y nuestros hijos deben conocer quien realmente somos, ellos no pueden oír nuestra mente o ver nuestra alma, solo Dios puede hacer eso.
Aún más, si de verdad queremos impactar a los nuestros y transformar las futuras generaciones, tenemos la responsabilidad no solo de amar abiertamente a nuestras esposas, sino de entregarnos a nosotros mismos como el Señor se entregó a si mismo por la iglesia (Efesios 5:25). Somos maestros en dar cosas. Damos concejos, damos provisiones, y damos relación sexual. Pero tenemos un gran problema cuando se nos requiere ¡Darnos a nosotros mismos!
Hermano es hermoso dar cosas. Dios nos dio el sol, la luna y las estrellas. Nos dio el día y la noche y las increíbles estaciones del año. Además nos dio cataratas en cascada y playas inundadas de sol. Sin embargo ninguna de estas cosas puso a salvo nuestra relación con él. Finalmente se cansó dándonos leyes, ordenanzas y ritos. Quedó agotado de darnos profetas, sacerdotes y reyes. Decidió darse Él mismo, y cuando lo hizo, ¡salvó un mundo agonizante!
No importa cuanto hemos dado, la diferencia la vamos ha hacer cuando nos demos a nosotros. Nuestra atención personal, nuestro amoroso afecto y nuestra gentil seguridad. Oro a Dios para que le conceda la gracia de dejar sus preocupaciones en la oficina al término del día y que se lleve a usted mismo a su hogar por la noche. Cuando su cabeza marque la almohada y sus brazos se extiendan en busca de amor y comprensión, que los mismos estén abiertos tanto para dar como para recibir. Dios le dio vida y usted está vivo. Comparta esta vida con las personas que él le dio, para amar.
Amen... Que bendición saber que los hombres estan cambiando. En la epoca de nuestros abuelos, de nuestros padres e incluso a muchos de los niños hoy en día se les dice: Los hombres no lloran!Como si fueran de hierro o algo similar.
ResponderEliminarSin embargo, al leer tu artículo recuerdo al más grande de todos los hombres, quien tambien lloró de decepcion ante la tumba de Lázaro por la incredulidad de los presentes. Que lloró amargamente en el Getsemaní pidiendolo al Padre pasara de él esa copa.
El mismo Señor mostró que como hombre podía derramar su corazón ante la presencia del Dios Padre. De verdad creo que para todo ser humano no hay mejor lugar para llorar, deshogarse y ser restaurado que la presencia de nuestro buen Dios y amante Padre Celestial.
Excelente Maikel!!