El argumento principal del programa giraba entorno a los reyes, príncipes y grandes monarcas a lo largo de la historia. El trato que se les da y sobre todo la logística que generan en cualquier acción o movimiento. Carruajes y coches lujosos, sirvientes y escoltas, agasajos y banquetes, todo cuanto ofrezca honra y honor según lo amerite la investidura real.
Al momento recordé aquel viaje de imprevisto que sin mucha planificación, emprendió aquella humilde pareja. Despertando a su burro dormilón a mitad de la noche, amarrando en sus lomos la carga, quizás algunos pañales y algo de comida. Se alistan de prisa, Herodes les busca para eliminar al Rey.
Me imagino aquella travesía, el desierto colándose entre sus ropas, con las pieles mas tostadas cada vez, pero avanzando. Mas allá de lo previsto, sin ningún plan premeditado, solo la imperante necesidad de montarse la vida en los lomos de un asno, para salvaguardar el gran regalo que Dios envió.
Al hombre no le queda otra que continuar arreando lo que llevan por carruaje, la mujer se ve obligada a sostener la criatura aunque por el cansancio, los brazos se nieguen a seguir siendo la cuna del niño viajero. Pero ahí va Él, a simple vista con una logística muy sencilla, pero seguramente, en ese mundo que con estos ojos yo no puedo ver, se desplegaron escuadrones celestiales de escoltas y sirvientes que se encargaron de asistirles en cada paso.
Si sabes que llevas en tu corazón un tesoro del cielo, no te rindas ni te distraigas al pensar que llevando un paquete tan eternamente valioso, deberías tener mejores recursos mientras cumples tu misión. La logística que todo el dinero del mundo no puede pagar, Dios la ha prometido para aquellos viajeros aguerridos que sin importar las condiciones están determinados a entregar la encomienda que llevan.
El ha prometido que a sus ángeles (espíritus enviados para cuidar a quienes heredarán la salvación, Hebreos 1:14) mandará acerca de ti, para que te guarden en todos tus caminos. Salmo 91:11
Por lo que, de ahora en adelante avanza seguro y agradecido, por las escoltas que no ves, por la alfombra que tus pies no perciban al andar, por esos banquetes que no recuerdas en tu paladar, finalmente, y quizás sin que llegues a notarlo, por gozar de esos detalles imperceptibles para el cuerpo, es que estoy segura de que Herodes no te alcanzará.
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